La
causa de José Gregorio Hernández comenzó en 1949.
De acuerdo con una breve biografía compartida por la Arquidiócesis de Caracas, José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de
1864 en el seno de la familia de Benigno Hernández y Josefa Cisneros, en la
localidad de Isnotú, en el estado occidental de Trujillo. Tuvo cinco hermanos.
Aunque
quería ser abogado, su padre lo motivó a estudiar medicina. Se graduó en
Caracas a los 23 años “con las mejores notas y los mayores honores”. Luego fue enviado por el gobierno venezolano a estudiar
en Francia y Alemania, de donde llevó a su país los mayores adelantos
científicos y modernizó la medicina local. De hecho, a su retorno, se convirtió
en profesor universitario, “incluso de sus propios profesores”, por ser el
único que conocía el manejo de los nuevos instrumentos médicos.
Como médico, atendía a todos, con una caridad que la Arquidiócesis de Caracas
describe como “inagotable”: “A los que no podían pagar los recibía, atendía
gratis y hasta les daba dinero para que compraran la medicina. A todos los
pacientes les aconsejaba y les hablaba de Dios. Eso lo hizo muy cercano a los
enfermos”.
Ofreció a Dios su vida a cambio de la paz y el fin
de la guerra. Un día después de la firma del tratado de paz en Versalles, el 29
de junio de 1919, aproximadamente a las 2:00 pm, fue atropellado por un carro en
la zona de La Pastora, en Caracas. Poco después, murió a causa de un impacto
que sufrió en la cabeza con el borde de una acera, tras trastabillar por el
impacto y caer. Fue declarado Venerable en 1986, por el
entonces papa Juan Pablo II. Sin embargo, la beatificación de José Gregorio Hernández llega
en el momento oportuno, en medio de una
crisis nacional y global por la pandemia en manos del Papa Francisco.